Reseña · El día que dejó de nevar en Alaska · Alice Kellen

Ficha del libro 

Cada libro de Alice Kellen que leo me enamora aún más que el anterior. Si en 23 otoños antes de ti, su última publicación, ya me quedé prendada de sus protagonistas, en este caso es imposible no caer rendida ante los encantos de Heather y Nilak. Son dos personajes que a mí me han encantado, con miles de aristas y capas, ocultando lo que realmente sienten. Simplemente son una delicia para cualquier lector.

Heather Green siente que no puede continuar con su vida en San Francisco, ha tocado fondo y por ello decide huir sola al pueblo más remoto que se le ocurre, Inovik Lake en Alaska. Su elección se basa simplemente en un póster que colgaba de su habitación cuando era niña, y en el cual se podía observar la majestuosa y virgen naturaleza tan característica de la zona. Piensa que, huyendo de su casa, en la cual vive bajo el cobijo de su madre y su padrastro, podrá encontrar la paz interior que necesita para reconducir su vida y dejar de hacer daño a los demás con sus acciones. Pero lo que Heather no sabe es que no se puede huir de uno mismo, y que nuestra voz interior es más poderosa que el ruido que puedan hacer las opiniones de los demás que están a nuestro alrededor.

Tras un largo viaje llega a la pequeña casa que ha alquilado, tiene la gran suerte de encontrar a John Bale, un ermitaño vecino que la ayudará a instalarse al verla tan joven y perdida. Ella está decidida a demostrar a todos que es capaz de desenvolverse sola, y por eso accede encantada a la recomendación de John para conseguir un trabajo de camarera en el bar del pueblo. En este bar, llamado Lemmini se encontrará con el frío y hermético Nilak, que no le pondrá las cosas fáciles con sus modos y su indiferencia, pero que hará saltar en ella todas las alarmas. Pronto llegará la nieve a Alaska, y Heather descubrirá que a veces el frío puede convertirse en la experiencia más cálida de su vida.

—¿Por qué me odias?

—Yo no te odio —masculla sin levantar la vista de los papeles.

—Vamos, dame una razón. A estas alturas de mi vida te aseguro que puedo soportar cualquier cosa. Y si es por algo que pueda hacerme daño… —tanteo—, da igual, soy de las que piensan que es mejor arrancar la costra de una herida de cuajo en vez de estar dándole toquecitos con la punta de la uña todo el puñetero día. El azul de sus ojos se ensombrece. Al menos he conseguido llamar su atención, algo es algo. Me estudia durante unos instantes.

—Heather, no tengo nada contra ti. —Es la primera vez que pronuncia mi nombre y lo hace con suavidad, como si la palabra resbalara por sus labios—. Lo que ves es lo que hay, sin más. —Pues qué poco interesante.

—No te quito razón.

—¿Estás de mal humor por un problema concreto o se trata de algo permanente?

—Permanente.

Una vez más la ambientación es exquisita. La autora te traslada a la fría y exuberante Alaska, de un modo en el que te parece estar allí. A mí me ha recordado en muchos momentos a los parajes canadienses que pude visitar hace años, y por esto creo que lo he disfrutado incluso un poco más poniendo todos esos recuerdos en forma de imágenes en mi mente.

Heather es una protagonista femenina espectacular. Poco a poco se va desnudando delante nuestro, y vamos descubriendo todos sus miedos e inquietudes. Al estar el libro narrado en primera persona no puedes evitar conectar directamente con ella. Nilak, por el contrario, es mucho más cerrado y cuesta más llegar a su interior, pero es de aquellos protagonistas masculinos que te atraen, y con los que estás esperando que en algún momento todo reviente dejándolo en carne viva. Me ha gustado mucho que la historia se vaya desarrollando de forma alternada con las hojas de un diario que nos va dejando siempre con la intriga y las ganas de saber más.

Alice sabe ir subiendo el tono y la intensidad de los sentimientos poco a poco, y de un modo natural, atrapándote sin remedio, y además cuando todo finalmente culmina no defrauda. Su forma de narrar es directa y conecta de un modo cercano con el lector. Sin duda, veo en ella una evolución brutal ya que se nota que cada vez está más cómoda desarrollando las historias, y ella misma se permite tener más licencias y cruzar sus propios límites. Hay que estar muy atenta a todo lo que escriba, ya que pienso que aún tiene muchas sorpresas por darnos.

El día que dejó de nevar en Alaska es una absoluta delicia. Una novela que te atrapa y que te hace viajar junto con Heather y Nilak hasta un paraíso rodeado de nieve en el que sus dos corazones congelados comenzarán su deshielo. Una historia de amor que emociona y que no deja indiferente. Una parte de mí se quedará para siempre con ellos en el lejano Inuvik Lake.